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¿Por qué estamos como estamos?

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Por: Aldo Romero/Periodista y profesor universitario

Para entender la crisis económica y social en Honduras, no hace falta ser un experto economista o tecnócrata, para encontrar el porqué de las dificultades a las que hoy en día se ve sometida el 70 por ciento de la población, basta remitirnos a la historia reciente e identificar algunos factores de carácter interno y externo, que lejos de generar posibilidades de mejoría, más bien agudizaron la condición de vida de sus habitantes.

El panorama económico hondureño está caracterizado desde ya hace cuatro décadas por un bajo crecimiento económico, altos niveles de desempleo, pobreza generalizada, fuertes índices de inflación producto del alza en el costo de vida, un alarmante endeudamiento público y un casi incontrolable déficit fiscal provocado por el desmedido gasto gubernamental.

En un reciente informe la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), ubica a Honduras entre los países de América Latina con los más altos porcentajes de pobreza que alcanzan cifras de 67.4 %, duro golpe para los funcionarios de este y anteriores gobiernos acostumbrados a promocionar medidas con las que dicen, se favorece a los más pobres.

Bajo este panorama, no es difícil deducir que en el país venimos de fracaso en fracaso en lo que corresponde a la toma de decisiones en materia económica, iniciando con el modelo Neoliberal adoptado en 1990 por la administración Callejas bajo el argumento de favorecer la competitividad y ponerse a tono con las exigencias de los mercados globales, pero que a nivel interno se tradujeron en exclusión, desempleo y pobreza.

Curiosamente algunos economistas y analistas, siguen calificando al neoliberalismo como lo mejor que se ha hecho en el país en materia económica, la pregunta es ¿lo mejor para quién?

Aunque el neoliberalismo económico dio resultados en otros países, las circunstancias pueden ser diferentes, nuestros gobernantes han estado acostumbrados a tomar medidas y experiencias positivas de otros que no necesariamente están en sintonía con la realidad hondureña y aunque este modelo busca la menor participación gubernamental, de modo inexplicable, en Honduras, el gobierno sí interviene de manera directa y en muchos casos abusiva en la economía.

Lejos de favorecer a los más pobres, en las últimas cuatro décadas se congelaron salarios, se hicieron recortes masivos de personal en el sector público y privado, se incrementaron los impuestos, el gobierno bajó su gasto público en inversión y aumentó su gasto corriente, desaparecieron las alternativas de pleno empleo y en su lugar promocionaron con bombos y platillos el trabajo por hora, sin beneficios laborales y por debajo del salario mínimo vigente.

Lo anterior por supuesto impacta en los que menos tienen, como no hay dinero en los hogares se reduce la capacidad de compra, de allí una clara muestra de que las medidas que a nivel gubernamental se han venido tomando, muchas de ellas influenciadas por organismos internacionales y otras por asesores con total desconocimiento de la realidad social, son contrarias a las que se requieren para solucionar esta problemática.

Sin pretender ir mas allá de lo que mi análisis periodístico me permite, y sin asumir el rol que le corresponde a los estrategas económicos, coincidimos con quienes promueven un nuevo modelo económico basado en cuatro elementos fundamentales, bajar impuestos para mejor la economía de los hondureños, reducir el gasto corriente del Estado e incrementar el presupuesto de inversión pública para generar empleo y competitividad , promover el acceso a crédito y tecnología para los sectores productivos y evitar el excesivo endeudamiento interno y externo, que hoy en día supera los 15 mil millones de dólares.

Está comprobado que en el plano económico y social la medicina resultó peor que la enfermedad, la economía en Honduras debe ser reinventada, la pobreza crece a pasos agigantados y es un fiel reflejo a la mala distribución de la riqueza, por eso estamos como estamos.