Si vivir en Honduras es difícil, sobrevivir es más difícil aún. De acuerdo con la CEPAL, al menos siete de cada diez familias viven en la pobreza y cuatro de ellas en extrema pobreza, y ese no es un simple juego de palabras.
La extrema pobreza es marginalidad absoluta y bajo esa condición se encuentran unos dos millones de personas que reciben ingresos menores a los dos dólares diarios. Para ellos, los indicadores ofi ciales de que la crisis económica está quedando atrás no son creíbles.
Desde que el ex presidente Rafael Leonardo Callejas iniciará en 1990 el Programa de Ajuste Estructural, cada año las autoridades hacen la misma promesa de que lo mejor está por venir, pero ni siquiera las metas comercialesse han logrado cumplir, mucho menos las metas sociales.
Según el reporte del Banco Mundial conocido como “Doing Business in 2005” (Eliminando Obstáculos para el Crecimiento), Honduras ocupa el lugar 110 en grado de
apertura de la economía, entre 145 países analizados. Ese es un puesto muy bajo comparado con el sacrificio invertido por la mayoría de la población.
El grado de apertura se mide por la calidad de los trámites o requisitos para crear una empresa, condiciones para hacer cumplir los contratos por medio de la justicia y la regulación laboral.
Hasta ahora, la ansiada inversión extranjera no llega. La inversión privada de capital foráneo en el 2003 sumó 198 millones de dólares y para el 2004 se estima que superará los 200 millones de dólares, especialmente por nuevas inversiones en la maquila, turismo, finanzas y servicios.
