Raúl Castro deja el poder, aunque no del todo: el líder de Cuba durante la última década, el sucesor de su hermano Fidel al frente de la isla, abandona esta semana la jefatura del Estado y del Gobierno al constituirse la nueva Asamblea Nacional, si bien seguirá siendo hasta 2021 el primer secretario del Partido Comunista, desde donde se prevé que actúe como árbitro y moderador de las fricciones que puedan surgir en el proceso de relevo generacional.
Los especialistas consultados coinciden en que el anunciado paso a un lado de Castro, de 86 años, representa una cesión significativa de poder por parte de la generación que hizo la Revolución Cubana en 1959 y que ha llevado las riendas del país desde entonces, si bien, como es habitual en Cuba, los cambios serán graduales, muy meditados y progresivos.
De hecho, el analista cubano Arturo López Levy, profesor en la Universidad de Texas, recalca que la salida de Raúl Castro de la presidencia del Consejo de Estado y, por lo tanto, también de la del Consejo de Gobierno, «no es el comienzo ni el fin de una transición que ya ha empezado en los burós políticos provinciales, en los cargos militares regionales, en las organizaciones de masas vinculadas al Partido Comunista…».
Sin embargo, se trata de un cambio histórico, un hito fundamental en ese largo proceso de relevo que irá desalojando a la denominada «generación histórica» para dejar el país en manos de jóvenes civiles que nacieron, y se formaron, en una isla ya socialista. Cuando acabe la semana, y por primera vez en seis décadas, el líder de Cuba no llevará el apellido Castro.
Un mediador entre las distintas facciones
En cualquier caso, como subraya Jorge Duany, director del Instituto de Investigaciones Cubanas de la Universidad Internacional de Florida, no es una retirada definitiva: «Es una transición significativa, pero Raúl Castro va a conservar una cuota importante de poder». También Carlos Malamud, analista para América Latina del Real Instituto Elcano, indica que «es obvio que mantiene resortes relevantes».
Rafael Rojas, analista del Centro de Investigación y Docencia Económicas de México, remarca que «en la práctica, va a haber una cesión de poder», toda vez que Raúl Castro, a diferencia de su hermano Fidel, apenas delegaba las tareas de Gobierno. López Levy también cree que «sin lugar a dudas, hay una cesión de poder importantísima», pero matiza: «¿Todo el poder? No».
Todos ellos coinciden en que Raúl Castro parece encaminado a ejercer una labor de «mediador entre los distintos sectores de la élite», en palabras de Duany, una posición que López Levy equipara a la de Fidel cuando cedió el mando de Cuba a su hermano: «Va a desempeñar un papel moderador, para bajar la temperatura a cualquier fricción».
En ese sentido, será clave conocer su postura ante las primeras decisiones que impulse el nuevo presidente. Rojas desliza que, al frente del Partido Comunista de Cuba, el único legal en la isla y que la Constitución reconoce como la «fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado», Raúl Castro «puede ser un moderador de la corriente más ortodoxa o un agente de obstrucción».Porque una de las claves será el margen de maniobra con el que contará su sucesor, Miguel Díaz-Canel, de 57 años e ingeniero electrónico de formación, un cuadro del partido que ha escalado toda la estructura del régimen hasta convertirse en primer vicepresidente en 2013, el primer civil que ocupaba ese cargo. Este miércoles, confirmando todos los pronósticos, Díaz-Canel ha sido presentado como único candidato ante la nueva Asamblea Nacional para presidir el Consejo de Estado, una elección que será oficial ya el jueves.
«Va a haber una transferencia de poder formal al nuevo presidente, pero este no va a tener las capacidades omnímodas que tenían Fidel Castro y el propio Raúl», subraya Jorge Duany. Carlos Malamud recuerda que «no tendrá el margen de legitimidad de los comandantes de la revolución, que siguen ahí, en el Parlamento, defendiendo sus posiciones».
Rojas aventura que, al menos en el corto plazo, será difícil que se manifieste algún tipo de conflicto y que Díaz-Canel «buscará afirmar su legitimidad, no ante la ciudadanía, sino ante la generación histórica». También Duany apuesta por el continuismo: «No espero que tome medidas radicales; seguirá la línea oficial del partido, con medidas modestas pero nunca apuradas».
López Levy, sin embargo, le concede un margen de maniobra «significativo», ante la urgencia de la situación económica y el estancamiento de las reformas que Raúl Castro introdujo para paliarla: «La concentración de poder en Raúl Castro y José Ramón Machado Ventura [otro histórico de la revolución, número dos del Partido Comunista] ha creado varios cuellos de botella en su implementación; se requiere más celeridad y se supone que la nueva generación es más ágil, más preparada».
En última instancia, la incógnita es saber hasta qué punto Raúl Castro puede respaldar a su sucesor para que adopte unas reformas que él mismo fue incapaz de desarrollar por completo, ante las reticencias de los sectores más ortodoxos y conservadores.
Lo más apremiante sería la unificación monetaria para acabar con la doble denominación en pesos cubanos y pesos convertibles en dólares, así como apuntalar la captación de inversión extranjera y el sistema de cuentapropistas o trabajadores autónomos, la única y tímida concesión al sector privado introducida por Raúl Castro.