Por Aldo Romero
Periodista y catedrático universitario
¿Para qué estudiar tantos años? ¿Qué se gana con ir a la universidad a estudiar una carrera en la quizás no se tendrá éxito? ¿De qué manera la formación que se recibe en los diferentes niveles educativos puede impactar positivamente en los futuros profesionales? El secreto está en educar para la vida, y es aquí donde se plantea una nueva interrogante, ¿cómo lo hacemos?
Los programas de estudio, particularmente los del nivel de educación superior están transitando en los últimos años hacia un enfoque basado en competencias como metodología de trabajo que permite en el estudiante la apropiación del conocimiento a través de la acción y el desarrollo de habilidades y capacidades que garanticen su adecuado desenvolvimiento en la resolución de problemas prácticos de vivencia profesional.
Varios países han encontrado en el aprendizaje basado en competencias el modelo propicio para el crecimiento en sus estándares educativos, elevando mediante la formación multidisciplinaria el desarrollo de funciones complejas en áreas específicas y en contextos en los que se exige que los nuevos profesionales se mantengan en permanente actualización.
En el ámbito de la educación, la competencia en un concepto resumido, resalta la “aptitud e idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado” (Real Academia Española 2014), es decir, se trata de las capacidades que tenemos las personas para responder de manera asertiva ante ciertas circunstancias o procesos complejos, por supuesto, este es uno de los grandes desafíos que enfrentan las universidades en virtud de requerir un estrecho contacto con el mundo laboral y las expectativas con relación a las habilidades del futuro profesional.
Se considera como una persona competente, a quien en el plano de su especialidad, es capaz de resolver situaciones con eficiencia y utiliza racionalmente sus aptitudes, tiempo y recursos para lograrlo, estas habilidades se logran solo mediante procesos formativos en los que el estudiante aprende a pensar y actuar de manera ideal en los diferentes ámbitos.
El gran reto entonces está en volver la mirada hacia los programas de estudio y encontrar entre otros aspectos, las competencias que deben contemplarse en cada uno de estos, cuáles habilidades el estudiante podrá desarrollar al final de cada curso, las modalidades de evaluación, las metodologías de enseñanza y su respectivo seguimiento.
Los tiempos cambiaron de manera radical, el mercado laboral nos obliga a adaptarnos a sus entornos y exigencias, es de suma importancia añadir entonces valor agregado a la competitividad profesional mediante aspectos como la creatividad, la innovación, la flexibilidad, la eficiencia comunicativa, la adaptabilidad a los cambios y el manejo de idiomas entre otras.
Reenfocar el modelo educativo en función de un aprendizaje basado en competencias es mover a las nuevas generaciones para desarrollarse como personas y como profesionales rumbo a un proyecto para toda la vida, vinculando de manera directa su formación universitaria con las nuevas exigencias del mundo laboral.
En sociedades como la actual, marcada por la incertidumbre y los cambios económicos y sociales, educar para la vida es invertir estratégicamente en el desarrollo de los países y en el reordenamiento de sus procesos de producción y trabajo.